El primer día nos dedicamos a recorrer un poco la ciudad de mendoza... Mendoza es una ciudad reeeetranquila, con mucho sol, muy extensa en tamaño (porque son todo casas bajas) pero de no mucha población. Está rodeada de campos, viñedos y bodegas.
San Martín, libertador de la patria argentina. O eso dicen ellos. Biblioteca callejera en la Plaza de España
Esta plaza resultó ser un rinconcito del Parque de Maria Luisa
A la nochecita, asadito casero en el chalet. Guille cocinero. Carne un poco siesa... culpa del Carrefour ¿eh? nada que ver con el parrillero. Por cierto que las barbacoas ya nunca volverán a ser lo mismo después de haber estado inmersos en la cultura del asadito. Es otra historia.
Al día siguiente, RUTA DEL VINO
Primero te enseñan los viñedos y te explican todo el proceso de elaboración. El proceso es complicado por lo que no vamos a incidir en él aquí, por no hacer de esta explicación algo tedioso.
Y así, una bodega detrás de otra, y otra, y otra... ¡Esto es lo que pasa!. Los únicos despiertos llegados a este punto fueron Guille (obvio autor de la foto) y nuestra guía.
Pero no todo es privar en esta vida. Al siguiente día caminata y rappel por la precordillera andina. Anduvimos como una hora aproximadamente para luego hacer tres bajadas en rappel, de 15, 7 y 45 metros respectivamente. Para algunos, que no habían tocado en su vida un arnés o una cuerda, y para otros que sienten vértigo al bajarse del autobús, fue toda una experiencia. Aquí orgullosísimos de nuestra bajada de 45 metros... Algunas más que otros, ¿no? A la noche... qué bien lo pazemo...
Resulta que nuestro hostal pertenecía a una cadena de tres hostales. Resulta además, que la última noche teníamos cena incluida con fiesta para los tres hostales. Resulta para más inri, que al ir terminando la cena iban retirando las mesas y aquello se convertía en una discoteca. El resultado es el jolgorio que se puede apreciar en las fotos. No pudo con nosotros ni el reggaeton, al que por estas tierras acabaremos agarrándole cariño y todo. Y por fin llega el día de ver el Aconcagua. Tras unas cuantas horas en un autobús con nuestra amiga guía, y tras unas cuantas explicaciones que algunos encontramos de dudosa consistencia, pasamos del calorcito primaveral que nos regalaba Mendoza al frío de alta montaña. Como siempre, unos irían mejor preparados que otros.