martes, 20 de octubre de 2009

Mendoza + Buena Compañía = Gran Viaje (más vale tarde que nunca)

El equipo se dirige a la tierra del vino argentino por excelencia pa´echar unos días de lo más.............¡exquisitos!

EL EQUIPO:
De izquierada a derecha: Imar (alias "marido" o "bailongo"), Meli (la rubia de Murcia), los mendas, Isa y Nacho (el primo), Carlotíviri y el Benveeeeeee.


El hostel, o mejor dicho, nuestro chalet privado, porque nuestras habitaciones estaban separadas del resto por el jardín, así que esa zona la hicimos nuestra:

El primer día nos dedicamos a recorrer un poco la ciudad de mendoza... Mendoza es una ciudad reeeetranquila, con mucho sol, muy extensa en tamaño (porque son todo casas bajas) pero de no mucha población. Está rodeada de campos, viñedos y bodegas.

San Martín, libertador de la patria argentina. O eso dicen ellos. Biblioteca callejera en la Plaza de España
Esta plaza resultó ser un rinconcito del Parque de Maria Luisa
A la nochecita, asadito casero en el chalet. Guille cocinero. Carne un poco siesa... culpa del Carrefour ¿eh? nada que ver con el parrillero. Por cierto que las barbacoas ya nunca volverán a ser lo mismo después de haber estado inmersos en la cultura del asadito. Es otra historia.

Al día siguiente, RUTA DEL VINO

Primero te enseñan los viñedos y te explican todo el proceso de elaboración. El proceso es complicado por lo que no vamos a incidir en él aquí, por no hacer de esta explicación algo tedioso.


Luego llega el momento de la cata. Hay quien diría que el mejor momento de la visita, pero claro, para gusto colores.

Y así, una bodega detrás de otra, y otra, y otra... ¡Esto es lo que pasa!. Los únicos despiertos llegados a este punto fueron Guille (obvio autor de la foto) y nuestra guía.

Pero no todo es privar en esta vida. Al siguiente día caminata y rappel por la precordillera andina. Anduvimos como una hora aproximadamente para luego hacer tres bajadas en rappel, de 15, 7 y 45 metros respectivamente. Para algunos, que no habían tocado en su vida un arnés o una cuerda, y para otros que sienten vértigo al bajarse del autobús, fue toda una experiencia. Aquí orgullosísimos de nuestra bajada de 45 metros... Algunas más que otros, ¿no? A la noche... qué bien lo pazemo...

Resulta que nuestro hostal pertenecía a una cadena de tres hostales. Resulta además, que la última noche teníamos cena incluida con fiesta para los tres hostales. Resulta para más inri, que al ir terminando la cena iban retirando las mesas y aquello se convertía en una discoteca. El resultado es el jolgorio que se puede apreciar en las fotos. No pudo con nosotros ni el reggaeton, al que por estas tierras acabaremos agarrándole cariño y todo. Y por fin llega el día de ver el Aconcagua. Tras unas cuantas horas en un autobús con nuestra amiga guía, y tras unas cuantas explicaciones que algunos encontramos de dudosa consistencia, pasamos del calorcito primaveral que nos regalaba Mendoza al frío de alta montaña. Como siempre, unos irían mejor preparados que otros.


Pero antes de llegar a avistar el Aconcagua pasamos por un lugar maravilloso llamado "El puente del inca". Resulta que es una formación totalmente natural, de miles de años, y que se debe a un exceso de azufre que lleva el agua al bajar. Actualmente está cerrado al tránsito, pero se puede visitar por los alrededores. La construcción que se ve son unas antiguas termas, cerradas desde un alud que se llevó todo lo que había.
No menos curioso es el hecho de que los lugareños venden allí cualquier objeto, que tras pasar un mes en las aguas de este río (metido en una caja de red, parecida a las que se utilizan para cazar pulpos) adquiere este aspecto:

Y finalmente, el Aconcagua, señor de la montaña. Allí, para nosotros.
Vuelta a Mendoza, y al día siguiente vuelta a casita para algunos (Sole y yo) y distintos destinos para los demás.

Gran viaje, sin duda.